El año 968 Sisenando II amuralló la zona que ocupaba la iglesia anterior a la actual catedral de Santiago y sus límites inmediatos, conformando el núcleo conocido como Locus Sancti Iacobi. Éste ocupaba tan sólo el espacio que hoy ocupan la catedral, la plaza de Quintana y el monasterio de San Pelayo de Antealtares, con unas pocas calles anejas. Esta muralla, que se complementaba con un segundo anillo formado por fosos y empalizadas, fue casi totalmente destruida por la expedición de Almanzor en 997.
A mediados del siglo XI, dado el auge de la ciudad, que comenzaba a ser un floreciente lugar de peregrinación, unido al miedo a una incursión normandao árabe, hizo que el obispo Cresconio construyera una nueva muralla mucho mayor sobre el anillo de foso y empalizadas. Esta nueva muralla, que tenía unos 2 km de contorno y cubría un espacio interior de 30 ha, es en esencia la que se mantendrá hasta el siglo XIX y protegía los nuevos arrabales que se iban formando alrededor del Locus.
De la primera muralla, que desapareció muy pronto bajo las nuevas edificaciones, apenas quedan unos pocos vestigios que se han hallado en la zona de la Azabachería. En 2009, durante las obras de remodelación del antiguo Banco de España para habilitar las nuevas dependencias del Museo de las Peregrinaciones, se encontró una sección en bastante bien estado de esta primera fortificación.